Nos dice Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? Ya no sirve más que para tirarla afuera y que la pisen los hombres”.
Un muñeco de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar.
Quedó fascinado por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
“¿Quién eres tú?”, le preguntó al mar el muñeco de sal.
Con una sonrisa, el mar le respondió: “Entra y compruébalo tú mismo”.
Y el muñeco se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de él.
Antes de que se disolviera el último pedazo, el muñeco exclamó asombrado: “¡Ahora ya sé quién soy!”. ¡Ahora soy plenamente feliz!.
ORACIÓN:
Todos nosotros pertenecemos a Dios, y cuando nos acercamos a él nos convertimos en más generosos, más honestos, más cariñosos. Todas esas cosas somos nosotros y nunca comprenderemos bien quienes somos hasta que nos vayamos siendo cada vez más humanos. ¡No te quedes fuera del mar!
Venerable Mary Ward, ruega por nosotros.
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