Rafa Nadal, aparentemente, vacía su cabeza entre punto y punto. Nunca parece arrastrar la frustración de un tanto perdido en el siguiente. Así lo vemos en cada partido. Algo realmente sorprendente. Sin embargo muchos de nosotros cuando algo nos sale mal nos lamentamos, lloramos y nos frustramos. Y después estamos quejándonos no sé cuanto tiempo, impidiendo así hacer otras cosas con normalidad. Su tío, que como sabes, ha sido su entrenador lo explica de la siguiente manera:
Su tío explica cómo se consigue: "Es una cuestión de educación. Uno no consigue que su hijo sea educado haciéndole que dé siempre los buenos días. Hay un trabajo detrás y tiene que salir de él. Aquí es lo mismo. Se consigue lo que se hace en los entrenamientos. Odio a la gente que se queja, en todos los ámbitos de la vida, y Rafael nunca lo hace en los partidos. Es una incoherencia: si fallas mucho es porque no sabes lo suficiente de lo que estás haciendo, así que más vale que mejores. Y si fallas poco, es algo con lo que hay que convivir sin quejarse. Eso hay que educarlo en los entrenamientos: si haces algo mal, te aguantas. Trabaja para que te salga bien. A Rafa todavía le tengo que decir que no se queje en algún entrenamiento si hace las cosas mal", cuenta.
“Si de pequeño te lo permiten todo, si te dan lo que quieres sin esfuerzo, serás mucho menos sacrificado", dice. Y ahí radica el éxito del número uno, quizá el deportista que más admiración despierta entre la gente. Hace poco lo vimos limpiando el barro de las riadas de Mallorca.
Ahí tenemos el ejemplo de un gran deportista. Ahora podemos aplicarlo a nuestros estudios. Si no sacamos buenos resultados tenemos que mejorar, no podemos quejarnos. La clave es trabajar más, esforzarse más. Pongamos todo de nuestra parte para que vayamos a mejor y para que seamos en el futuro personas sacrificadas.
¿Te gusta quejarte o más bien eres de los que se pone manos a la obra para remontar? ¿Cuál es tu tendencia?
Venerable Mary Ward, ruega por nosotros.
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