Muchas veces nos empeñamos en huir de nuestro propio yo sin darnos cuenta de que es algo
que nos acompañará siempre. Éste relato árabe lo ilustra a las mil maravillas…
A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra
descansando:
¿Qué clase de personas hay aquí?
El anciano le pregunta:
“¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?”
“Oh, un grupo de egoístas y malvados” replicó el joven. “Estoy encantado de haberme ido de
allí.”
A lo cual el anciano comentó: “Lo mismo habrás de encontrar aquí.”
Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó: “¿Qué
clase de personas viven en este lugar?
“El viejo respondió con la misma pregunta: “¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde
tú vienes?”
“Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos
dejado.”
“Lo mismo encontrarás tú aquí”, respondió el anciano.
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:
“¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cuál el viejo contestó:
“Cada uno encuentra lo que lleva en su corazón.
Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa
aquí. Aquél que encontró amigos allá podrá encontrar amigos aquí”.
¿Qué clase de gente te parece que te rodea? ¿Buenos, malos….tú mismo?
Padre Nuestro.
Venerable Mary Ward, ruega por nosotros.