Hoy es el día
Internacional de la Niña
y queremos centrar nuestra atención y oración en los desafíos a los que se
enfrentan las niñas y promover sus capacidades. Todos los días, demasiadas
niñas ven su inocencia destrozada: son víctimas de
la guerra, del trabajo clandestino, la discriminación, las prácticas
nocivas, como el matrimonio infantil y otras violaciones de sus derechos.
Pedimos
para los 1100 millones de niñas, que tengan el “coraje” para seguir luchando contra
los peligros que les amenazan. La Organización de las Naciones Unidas en los
Objetivos de Desarrollo Sostenible para cumplir antes del 2030 habla de la
Igualdad de Género y la Reducción de Desigualdades.
Sin
embargo, con harta frecuencia, en las aldeas, los barrios marginales y los
campamentos de refugiados de todo el mundo, las niñas se quedan atrás: no
reciben alimentos nutritivos, ni atención médica, ni una educación de calidad y
se ven expuestas a la violencia sexual. Invertir en las niñas es una decisión
correcta y a la vez inteligente, que puede tener poderosas repercusiones en
todas las esferas del desarrollo e incluso en las generaciones futuras.
Ya lo hacía en el S.XVII, nuestra Venerable Mary Ward, a pesar de las dificultades, dio muestra de una fuerza y una determinación impensables para una mujer de su época. Lo mejor es que su carisma de ayer sigue teniendo total actualidad:
- La gloria de Dios como fin.
- El apostolado en el mundo como medio.
- La orientación total hacia Dios de los miembros de la
Iglesia dentro del marco de Libertad, Justicia y Verdad.
En el siglo XX tenemos también el ejemplo de otra
gran mujer Josefina Bakhita.
Cuando tenía nueve años fue secuestrada por
traficantes de esclavos y golpeada. Cuenta: “cuando paseaba con una amiga por
el campo, vimos aparecer a dos extranjeros, que le dijeron a mi amiga: 'Deja a
la niña pequeña ir al bosque a buscarnos alguna fruta. Tú puedes continuar tu
camino, te alcanzaremos'. Querían capturarme, y querían alejar a mi amiga para
que no diera la alarma. Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacía. Cuando
estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y
fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el
cual me amenazó diciéndome: 'Si gritas, morirás. ¡Síguenos!”. Los mismos
secuestradores fueron quienes le pusieron Bakhita al ver su especial
carisma, QUE SIGNIFICA "AFORTUNADA" es el nombre que le pusieron
cuando la secuestraron, ya que por la fuerte impresión, nunca llegó a recordar
su verdadero nombre.
Fue vendida cinco veces en los mercados de Sudán y terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Uno de sus dueños fue un mercader italiano que la compró para el cónsul italiano Callisto Legnani.
Aquella situación le llevó a conocer un “dueño” totalmente diferente –que llamó “Paron” en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo.
Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que
la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una
esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un “Paron” por
encima de todos los dueños, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se
enteró de que este Señor también la conocía, más aún, que la quería.
En este momento tuvo “esperanza”; no sólo la pequeña
esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy
definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso
mi vida es hermosa. A través del conocimiento ya no se sentía esclava, sino
hija libre de Dios. Cuando quisieron devolverla a Sudán, Bakhita se
negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su “Paron”.
Fue bautizada como Josefina que recibió junto
a la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de
Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la
Congregación de las hermanas Canosianas.
Pasó de ESCLAVA A SANTA. Juan Pablo II la canonizó
el 1 de octubre del 2000.
Hoy es 11 de octubre de 2017 y la recordamos como
ejemplo y símbolo de todas esas niñas que en África o en cualquier lugar del
mundo sufren cualquier tipo de esclavitud.
Padre Nuestro.
Venerable Mary Ward, ruega por nosotros.